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Cash Luna - Comprar sin dinero

M. Bravo
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Isaías 55:1 dice: A todos los sedientos: Venid a las aguas;y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. 

La Palabra nos habla de dos bienes: vino y leche. Uno es necesario y el otro no ya que no es indispensable para vivir.  El Señor nos dice a través de Su profeta que por la fe debemos aprender a comprar lo necesario y lo superfluo, sin utilizar dinero. La Escritura nos sorprende con este tema que debemos comprender. Recordemos que Dios nos dice que Sus pensamientos y caminos no son los nuestros pero es necesario procurar que lo sean. Así que descubramos que Dios compra, aunque lo hace sin dinero.
Fuimos comprados
1 Corintios 6: 20 asegura: Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Somos de Dios porque Él nos compró por precio. En la versión de la Biblia en el leguaje actual, 1 Corintios 6:20 dice: Cuando Dios los salvó, en realidad los compró y el precio que pagó por ustedes fue muy alto por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios.
Además, en esa misma versión del lenguaje actual, en 1 Corintios 7:23 leemos: Cuando Dios nos hizo libres por medio de la muerte de Cristo pagó un precio muy alto, por eso no debemos hacernos esclavos de nadie.
1 Pedro 1:18-19 también asegura:sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
Fuimos comprados sin dinero. Dios nos compró con algo más valioso: la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo. Rescatar o redimir significa “comprar de regreso”, como es el caso de quien ha llevado algún bien a una casa de empeño para que le presten dinero y luego regresa para rescatarlo, es decir, va a recuperarlo, redimirlo.
Cuando Adán pecó, dejamos de pertenecer a Dios, por eso, Jesús se hizo hombre para redimirnos y devolvernos al Padre a quien pertenecemos. Él, siendo dueño de todo, pudo dar el oro, la plata, las perlas preciosas, el petróleo que existen en la Tierra por recuperarnos. Nada era demasiado porque no hay un precio alto para el dueño de cuanto existe. A pesar de ello, nos valora tanto que superó cualquier cosa material para comprarnos. No entregó piedras preciosas, estrellas, ríos, constelaciones, sino que entregó la sangre del Cordero de Dios para recuperarnos.  Así que ¡no tienes derecho a decir que no vales nada!  Vales todo, ¡vales la vida del Hijo de nuestro Padre Celestial! Deja de menospreciarte ya que eres hijo de Dios, heredero de Su gloria.  Cuando interiorizas esa verdad en tu mente y corazón, comienzas a verte como merecedor de grandes bendiciones y una vida abundante.
Dios pagó por ti un precio sumamente alto y si fue capaz de darnos lo más valioso, a Su Hijo amado, ¿cómo puedes pensar que nos negará todo lo demás?  Ninguna bendición material está por encima de la sangre de Jesucristo, así no hay nada que Dios no pueda darte. Pensar que no mereces bendición material es no tener fe en el Señor quien nos compró con lo más valioso que existe. Cuando te des cuenta del inmenso valor que tienes, tu vida será restaurada y no necesitarás drogas, alcohol o alguna otra sustancia para sentirte  amado o valioso. Camina por las calles orgulloso. Pueden decirte “creído” porque lo eres ya que tienes fe, no eres incrédulo. Si crees en Jesús, crees en ti, porque tú y Él tienen relación directa, son Hijos de Dios.
Comprar es la clave de la salvación
Satanás también sabe que hay una promesa de comprar sin dinero porque en Apocalipsis 13:16 dice: Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
Hay que aprender la economía de Dios para evitar aprender la economía del diablo. Sino aprendemos que Jesús compró sin dinero, corremos el riesgo de dejarnos marcar por el diablo. Los predicadores que enseñan sobre la economía sobrenatural de Dios a su gente están demostrando que se preocupan y asumen su responsabilidad con los tiempos finales, donde el mismo anticristo y la bestia tratarán de afectar el sistema económico para que la forma de intercambio no sea el dinero sino una marca. En ese tiempo, la gente desesperada por comprar o vender aceptará marcarse. Ese es el futuro apocalíptico respecto a la economía. Quienes han confiado en Dios toda su vida y no tienen problema en aprender la perspectiva económica que Él nos plantea, estarán confiados ahora y al final de los tiempos porque recibirán provisión para su vida diaria, mientras otros se dejarán marcar por el anticristo.
Debemos comprender que el problema central en tiempos apocalípticos será económico. Aprende a confiar en Dios por tu situación económica, de la misma forma que lo haces por tu salud. Si estás convencido de que el Señor puede sanarte, también debes confiar en ver milagros en la economía.  El mundo como lo conocemos hoy, quebrará. Esto es una verdad, no es una tontería religiosa. Hace veinte años nadie hubiera imaginado que USA le debería dinero a China que tendría que darle garantías de pago. Después que la bolsa de valores se vino abajo en el 2008,  nadie pensaría que unos años después bajaría de nuevo más de 500 puntos. Debes comprender que Dios compró tu vida sin dinero porque la pagó con Su preciosa sangre. Si entregó a Su Hijo amado, es capaz de darnos todo lo demás.
Comprar milagrosamente
Juan 6:5-14 relata: Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
En esta Escritura, el verbo “comprar” es muy importante. Lo primero que Jesús hace es preguntar de dónde sacarían dinero para comprar el pan que podría alimentar a la gente. Entonces Felipe le responde que no alcanzarían los doscientos denarios que tenían. Mateo 14 habla sobre el mismo milagro pero dice que el consejo de los discípulos fue que despidiera a la multitud, es decir, evitar el problema, como a veces sucede en las congregaciones, donde algunos dicen: “El culto se alargó demasiado, la gente no aguantará, mejor dejarla ir rápido”.
En total se calcula que habían 20 mil personas, incluyendo mujeres y niños.  Ante esta situación, Andrés presentó a un niño que tenía provisión, pero era poco, solamente cinco panes y dos peces que definitivamente no serían suficientes para tanta gente. De hecho,  si hacemos cuentas, necesitarían aproximadamente cien mil panes y cuarenta mil peces para darle a cada uno la porción que tenía el niño para alimentarse. Imagina que si tuvieran el dinero, seguro ¡no habría panadería capaz de producir tanto pan y sería imposible pescar tanto! La única solución era confiar en el Señor y Su poder sobrenatural. Solamente el Padre quien tiene una panadería capaz de producir maná durante cuarenta años para alimentar a un pueblo en el desierto, podía hacer el milagro.
Entonces, leemos que así fue. Jesús presentó los cinco panes y los dos peces delante del Padre. Le dio las gracias por lo que tenían y por todo lo que recibirían, para luego entregarlo a los discípulos, quienes repartieron la comida. Debemos notar que el pan no se multiplicó en las manos del Señor porque de ser así, hubiera muerto aplastado y ahogado en comida, no en la cruz del Calvario.
La panadería del cielo funcionó cuando Jesús enseñaba Su Palabra a miles, así que mientras escuches y pongas en práctica Su Palabra, mientras la hagas parte de tu vida, nada te faltará. El Señor no necesita oro ni planta para redimirte, Su sangre es más valiosa para comprar tu salvación y todo cuanto necesites. Confía en Él y en la economía que intenta enseñarte.
La Palabra dice que al repartir la comida, los discípulos les daban cuanto querían. Es decir que no repartieron lo mismo a todos sino que les dieron lo que cada uno pidió.  Seguramente alguno les decía: “Dame dos, por favor, ¿no ves que soy más gordito que mi amigo?”. También leemos que comieron hasta saciarse. En otra versión leemos que comieron hasta que se hartaron. ¡Exprésale a Dios sin pena lo quieres porque te dará más allá de tus expectativas! Recordemos que sólo pidiendo es como recibiremos.
En Mateo 14 vemos que sobraron doce cestas de comida. Además, en Mateo 15 leemos que Jesús obró otro milagro similar, pero esta vez había cuatro mil personas y sobraron siete cestas. Luego, en Mateo 16 Jesús les dice a Sus discípulos que se cuiden de la levadura de los fariseos. Tal vez ellos pensaron que de nuevo estarían en problemas porque no llevaron pan, pero les dijo esto advirtiéndoles sobre no ser duros de corazón ya que han sido testigos de la milagrosa provisión que Él puede ofrecer cuando se entrega algo para compartir.
Ahora descubramos otra maravillosa revelación. ¿qué hizo Jesús con las doce cestas que recogieron?  Seguramente no las guardó ni las tiró. ¡Se las dio al niño que entregó cuanto tenía! No tengas miedo de dar porque quien da, siempre tendrá más aún.
Este no fue un milagro de sanidad, fue un milagro económico de provisión. No olvides que Dios no se queda con nada de lo que le damos. Ablanda tu corazón, cree y confía en la maravillosa economía del Señor que se basa en la generosidad.  Dale gracias por todas Sus bendiciones y por comprarte sin dinero. Entrégale tu vida que adquirió con lo más valioso que existe, la sangre de Su Hijo Jesucristo.

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