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Pastor Leonardo Samayoa - Seis Pasos Para Ser Enviado

M. Bravo
Por -
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Referencia bíblica:
Isaías 6: 1,8
Lo que Dios está haciendo a través de los misioneros nos despierta, nos obliga a pensar que hay un camino por seguir, una obra que realizar y una manera de honrar a Dios a través de nuestra vida. Necesitamos saber que todo aquello que se ha esforzado el pueblo de Dios para enviar misioneros, tiene un fruto y es un fruto que verdaderamente llena nuestro corazón y seguramente el corazón de Dios también tiene gozo. 

“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime,  y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines;  cada uno tenía seis alas;  con dos cubrían sus rostros,  con dos cubrían sus pies,  y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces,  diciendo: Santo,  santo,  santo,  Jehová de los ejércitos;  toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba,  y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí!  Que soy muerto;  porque siendo hombre inmundo de labios,  y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos,  han visto mis ojos al Rey,  Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines,  teniendo en su mano un carbón encendido,  tomado del altar con unas tenazas;  y tocando con él sobre mi boca,  dijo: He aquí que esto tocó tus labios,  y es quitada tu culpa,  y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor,  que decía:   ¿A quién enviaré,  y quién irá por nosotros?  Entonces respondí yo: Heme aquí,  envíame a mí”
Seguramente alguna vez usted ha dicho: “Heme aquí, envíame aquí” y eso es hermoso. Seguramente lo ha hecho con sincero corazón. Ha dicho estoy dispuesto, quiero ir, no sabe a dónde le enviará el Señor. Quizá a Europa, a Nueva York, al África, a la ventana 10-40, a la Patagonia, o tierra de fuego. Cuando decimos “Heme aquí, envíame a mi” debemos meditar lo que significa decirle a Dios estoy listo, “Aquí estoy, dame la oportunidad”.
Tenemos seis pasos para ser enviado. Seis es número de hombre, todo hombre que es llamado debe dar como mínimo estos seis pasos para ser enviado.

1.     Convicción absoluta de parte de Isaías. Isaías era escribiente. El año en que murió el rey Usías de lepra, no fue de todo un mal rey, lo que sucedió que quiso ser sumo sacerdote y quedó leproso y murió. El rey Usías era tío de Isaías quien sentía la protección de su tío, cuando murió fue cuando el llamado de Dios llegó a Isaías. Ya no tenía la protección y provisión de su tío. Dependería de Dios. El primer paso es convicción, el “Hay de mí” de Isaías significaba una absoluta convicción que estaba viendo la gloria de Dios. Ese “Hay  de mí” que puede también significar temor o sorpresa, también de gozo. En el capítulo 5 de Isaías hay varios “Hay”, de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno dicen malo, hay de los que dicen dulce a lo amargo y a lo amargo dicen dulce, a los sabios en su propia opinión, pero este “hay” tiene la particularidad que estaba absolutamente convencido de que la presencia de Dios estaba ahí. En el verso 2, habla de ángeles alados, Serafines, que viene de la palabra Seraph, que significa ardiendo o en fuego. Y no porque se estuvieran quemando sino porque había un ardor de celo por la presencia de Dios, porque porque ellos estaban alabando a Dios. Ojala que tengamos ese ardor por la presencia de Dios, ese celo, ese cuidado ese esmero de buscar tener un corazón ardiente para Dios, un corazón que realmente se inclina en la búsqueda de la presencia de Dios, arder. Al decir que vamos a buscar a Dios, se debe tener el absoluto convencimiento que Dios es quien es, quien dice ser, el Dios creador, el Dios formador, el Dios de toda gracia y de todo poder. Porque Sin fe es imposible agradar a Dios, el que le busca debe creer que existe. Debemos saber que Él está, que cuando hablamos con Él, Él es Dios. Hay una convicción en Isaías y este es un llamamiento poderoso, Tuvo una visión maravillosa.
2.     Confesión. “Hay de mi porque siendo hombre de labios impuros y habitando entre gente de labios impuros mis ojos han visto a Dios”. Estaba viendo a Adonai, estaba viento el Shekina, la presencia de la Gloria de Dios. El que veía a Dios, inmediatamente moría. Estaba viendo la magnificencia de la gloria de Dios. No estaba en el templo, no era sacerdote. No podía estar en el templo, pero estaba orando cuando le permitió visualizar el lugar santísimo y mostrarle su gloria, correr el velo. Cuando uno ve la Gloria de Dios, cuando está en la presencia de la gloria de Dios se pierde la noción del tiempo. Muchas veces decimos Amen al decir “El señor está aquí” pero parece que no lo creemos.  tenemos que tener la convicción que Dios mora en nosotros, que cuando nos reunimos en el nombre de Jesús, El está presente, si de verdad estuviéramos convencidos, estaríamos adorándole. Cuando estamos en su presencia, cuando la Gloria de Dios está en nosotros, nos olvidamos de todo, le adoramos porque estamos viviendo la gloria de Dios.
Isaías dice “Yo soy pecador, debo arrepentirme, soy pecador” hay una diferencia entre llorar y pedir perdón y tener un auténtico arrepentimiento. Judas no fue perdonado, porque si se hubiese arrepentido y hubiese pedido perdón, estuviera en el cielo. Cristo crucificado dijo “Perdónalos, que no saben lo que hacen”  Judas lloró, sintió arrepentimiento, porque su conciencia humana se lo hizo ver.
Hebreos 12:16,17
“No sea que haya algún fornicario,  o profano,  como Esaú,  que por una sola comida vendió su primogenitura.  Porque ya sabéis que aun después,  deseando heredar la bendición,  fue desechado,  y no hubo oportunidad para el arrepentimiento,” aunque la procuró con lágrimas” Esaú. El hermano de Jacob. Los gemelos peleaban en el vientre de su mama, Jacob le agarraba el carcañal. El primero tenía la primogenitura, podía ser el sacerdote de su casa, el heredero directo. Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas porque tenía hambre.
Que no haya entre vosotros un profano que no tenga respeto por las cosas sagradas. El lloró por la bendición, porque perdió la herencia. No dice que lloró porque no tenía perdón, aunque la procuró con lagrimas, no bastaba llorar, cuando se presenta delante de Dios tiene que tener un auténtico arrepentimiento, entregando todos sus pecados. Hay que decirle a Dios todos los detalles para ser limpio y perdonado.
3.     Confirmación. Isaías 6: 6,7
Un serafín tomo con una tenaza un carbón encendido del altar, es el único fuego que puede limpiar nuestro pecado, no es un fuego para muerte sino para vida. Cuando Isaías se da cuenta que ha sido perdonado, empieza a sentir que es un hombre distinto, que a pesar de su vida de transgresiones es ahora un hombre limpio. Después de haber sido perdonado el pecado, entonces entramos al siguiente paso.
4.     Comunión. Es amistad, intimidad, cercanía. Conmueve pensar que en ese momento Dios le dice a Isaías “¿A quién enviaré, quién hará esta tarea porque no es fácil? es un amigo con quien hablaba, el que iba a ser profeta, “¿A quién enviaré?”- Dios con esto le dice “Tengo una oportunidad, tengo un privilegio” Dios le pregunta: ¿Quién irá a España, a Guinea Ecuatorial, al fin del mundo?. Hemos visto la Gloria de Dios, nos sentimos culpables y pedimos perdón, luego cuando nos confirma que hemos sido perdonados tenemos comunión. Estamos cerca de Dios porque en su misericordia a través de la Sangre preciosa del cordero limpio nuestros pecados. Comunión es entrega, esperanza. Estábamos sin luz, muertos en nuestros delitos y pecados, pero esa sangre lavó nuestras transgresiones y nos cambió. En cuanto a comunión, recordando el pasaje de Daniel a quien le emitieron una trampa, Nabucodonosor tenía un decreto que quien adorara a otro Dios sería condenado. Daniel sabiendo del decreto, abrió la ventana y adoró a Dios, conociendo el decreto lo hizo. Luego llegó el rey y le dijo “Daniel, el Dios a quien constantemente sirves ¿pudo librarte del furor de los leones?” el Dios con el que conversas todos los días, el que te levanta todas las noches, que te revela, que es tu amigo” es un ejemplo que es su amigo.
5.     Consagración. A quién enviaré,  y quién irá por nosotros. La respuesta es Heme aquí, envíame a mi, ahora estoy listo, estoy preparado, puedes enviarme. El mensaje era una reprensión contra el Pueblo de Israel, sin embargo le dice “aquí estoy” porque ya me perdonaste, estoy limpio, ya me arrepentí, ya reconocí que eres un Dios de poder y de Gracia. Eso es cumplir una comisión maravillosa para con Dios. Estaba diciendo “Dame el privilegio de servirte”. ¿Podemos decir, Heme aquí, envíame a mí?
 6.     La comisión. Cuando ya está listo, cuando Dios le dice “sí, este es el encargo” entonces le digo que nunca Dios llamó a nadie para asistir a la iglesia solo miércoles y domingo. Para el que creyó que asistir a la iglesia es el llamado, entonces está equivocado. Si somos creyentes que cómodamente NO damos testimonio, nos equivocamos. Nunca Dios llamó a nadie sin propósito. Limpios de corazón, cumplidores y fieles “Heme aquí” Dios no llamó a Abraham para servirle en la tierra prometida, a Moisés para librar al pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto, el no llamó a Josué sino para que entrara a Canaán al pueblo de  Dios, el no llamó a Pablo sino para que fuera apóstol de los gentiles, no hay nadie en la Palabra que fuera llamado para perder el tiempo. No hay nadie que fuera llamado para no hacer nada.  Hay cosas que debemos arreglar en nuestra vida. Si siente que no sirve para predicar, entonces “Cierre la boca y predique”. Haga a los demás que digan “Es una familia que tiene algo especial” como el muchacho honesto, firme, que predica con su vida.
Hay muchos lugares que están sumergidos en religiosidad y en ataduras de creencias equivocadas, porque no hay gente que se levante y les hable la  verdad de Cristo, porque no hay gente que con el poder de Dios les muestre la verdad, Él es la verdad, Él es la palabra encarnada, Él es el verbo de Dios, Él es el que puede cambiar, transformar, puede hacer de usted y la gente una nueva criatura, y nosotros, teniendo ese tesoro, nos lo guardamos, Dios no quiere bodegas, quiere gente que predique, que interceda, que hable, que lleve la palabra, que enseñe lo que es Cristo, que Cristo no está muerto, que está vivo, que todavía hace milagros, que hay una esperanza.

Por eso necesitamos al Señor, tener la convicción que Él está presente. Tenemos que tener el dolor que estamos en pecado si lo estamos y la confirmación que hemos sido perdonados y tener comunión. Que hermoso tener comunión con Dios cuando sabe que está oyendo, que está presente. Usted tiene que perdonar.
Cuando estamos perdonados somos santos, hemos sido santificados, apartados para Dios. Todos pueden recibir un llamado. Hay un ministerio de dar, Dios puede llamarlo para dar.
Le exhorto a que si tiene que entregarle algo al Señor y pueda decirle “Heme aquí, envíame a mi” venga con un corazón contrito y humillado, porque solo el que se humilla, va a ser exaltado.

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