Guardando su palabra
En el mundo hay un dicho popular que dice: “Hechos son amores y no buenas razones”, dando a entender que el amor verdadero se demuestra más con obras que con palabras.
Y eso fue lo que Jesús quiso dejarnos sobre nuestra relación con El, si alguien lo ama debe guardar su palabra.
Porque: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”, 1 Juan 1:6.
Pero cuantas veces le hemos dicho a Dios que lo amamos, pero luego con nuestros hechos tiramos todo a la basura. Decimos una cosa con nuestros labios pero luego con premeditación hacemos algo que sabemos que no agradara a Dios, sin importarnos las consecuencias; y luego queremos que el este complacido con nosotros.
Como dijo Jesús: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí”, Marcos 7:6.
Por eso el Apóstol Juan escribe: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”, 1 Juan 2:3-6.
“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”, 1 Juan 3:18.
Mi Padre lo amara
Todos queremos que Dios nos ame, nos bendiga, nos prospere, nos de cosas buenas, pero no estamos dispuestos a hacer aquellas cosas que hacen que Dios se sienta complacido con nosotros y diga como dijo de Jesús: “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”. Mateo 3:17; o como dijo de Daniel: “Daniel, hombre muy estimado” Daniel 10:11.
En verdad Dios es tan bueno y tan misericordioso que como dice su palabra, amo a todo el mundo que dio a su único hijo para redención de sus pecados, Juan 3:16, sin embargo cuando comenzamos a avanzar en nuestra relación con El, nos damos cuenta que no podemos hacerlo si nuestros hechos no demuestran ese amor que decimos tener por El.
Por ejemplo: Daniel tuvo que consagrar su vida, renunciar a los placeres de Babilonia para llegar a ser muy estimado, Abraham tuvo que dejar su tierra y su parentela y caminar en pos de la promesa de Dios para llegar a ser amigo de Dios y a Timoteo el Apóstol Pablo le dice: “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” 2 Timoteo 2:21. Instrumento de honra, y útil, sí, pero solo hasta entonces, no antes.
Vendremos a él y haremos con el morada
Cuando vivimos con alguien, tenemos un grado de relación mayor con esa persona. Dios desea tener comunión y vivir con nosotros. La biblia dice: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”, Santiago 4:8. Es decir que somos nosotros los que debemos acercarnos a Dios, para que El se acerque a nosotros.
En la parábola del hijo prodigo que Jesús conto en Lucas 15, dice que aunque el Padre deseaba tener comunión con su hijo que se había ido de la casa, nunca fue a buscarlo a la pocilga, sino que espero a que este volviera arrepentido.
Y en Apocalipsis 3:20 nuestro Señor dice:” He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”.
Pero ¿Quién abre la puerta?, ¡claro! somos nosotros.
Dejemos pues de echarle la culpa a Dios, de por qué ha estado alejado de nosotros, si somos nosotros mismos con nuestros hechos y actitudes, los que lo hemos alejado de nuestra vida.
Dios nos ama, y desea tener comunión con nosotros, pero para eso necesita de nosotros, que hagamos la parte que nos corresponde. No le recrimines a Dios ¿por qué te ha ido como te ha ido en la vida?, o ¿por qué no sales de tus problemas?, o ¿Por qué se ha olvidado de ti?, por qué no le preguntas mejor ¿qué fue lo que sucedió que provoco todo eso?.
Debemos elegir bien y elegir lo mejor, como dijo el Apóstol Pablo: “¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos, acaso, más fuertes que El?, Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica. Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo. 1 Corintios 10:22-24.
Porque como dijo Jesús: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” Marcos 12:29-31.
Y luego en Romanos 13:9-10 nuestro Dios lo complementa cuando dice: “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” 1 Juan 4:20-21.
Quiere decir que el amor a Dios también se manifiesta amando a quienes si vemos y no siendo de tropiezo para sus vidas, como dijo el Apóstol Pablo: “De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano”, 1 corintios 8:12-13.
Recuerda: Hechos son amores…
Lic. Luis A. Bravo S. - www.LuisBravo.org