Disqus for sacia-tu-sed-blogspot

Kenneth Copeland - Su Destino Esta A La Espera

M. Bravo
Por -
0

Sé que a veces es difícil creer eso, sobre todo cuando ya se tiene bastante con las exigencias de la vida diaria. Cuando hay que pagar las cuentas… y atender a los niños… y ocuparse del trabajo, la vida puede parecer cualquier cosa excepto que ha sido planeada por Dios. Uno puede verse tentado a preguntarse si está destinado a ser algo realmente grande; y puede verse tentado a concluir que aunque en verdad tenga ese destino, no posee lo necesario para hacerlo realidad.

Pero es del todo vital que usted se resista a estas tentaciones.

¿Por qué? Porque el Dios todopoderoso lo necesita para que cumpla usted su destino: porque hay personas en este mundo que nunca verán ni conocerán al Dios Todopoderoso a no ser que lo vean y lo conozcan por medio de usted.

«Pero, Hermano Copeland, se me hace difícil creerlo —podría usted decir—. El Dios todopoderoso, el creador del universo, no es posible que necesite de una insignificante persona de carne y hueso como yo».

Dios necesitó de Jesús, ¿no es cierto? Y cuando Jesús estuvo en el mundo, Él era una persona de carne y hueso.

«Eso es cierto. Pero Jesús era el hijo de Dios. Vino a poner de manifiesto el poder y la naturaleza del Padre. Vino a realizar las obras de Dios».

Sí, es cierto. Y según la Biblia, si usted es hijo de Dios nacido de nuevo, está aquí para hacer lo mismo. El propio Jesús dijo: «El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14:12).

Dios lo conoció…

Usted está predestinado por Dios a ser como Jesús y a hacer las obras que Él hizo, y aún hacer mayores obras que Él.

La mayoría de los creyentes se tambalean ante este pensamiento. Saben de sus propios fracasos y defectos naturales. Se sienten totalmente incompetentes para dar a conocer a los demás la persona y el poder del Señor Jesús. Recuerde: Él no dijo que nosotros seríamos mayores, sino que las obras serían mayores.

El hecho es que estamos capacitados. Así lo dice en Efesios 1. Allí leemos que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo ya nos…

… bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia (versículos 3-6).

Dese cuenta de que Dios no esperó hasta que usted naciera para empezar a planear su destino. Aun antes de formar la Tierra, Él lo predestinó para que fuera como Jesús y suplió todo lo que usted iba a necesitar para cumplir ese destino. Dios le dio todo para ser santo y sin mancha delante de Él. Dios reservó para usted todas las bendiciones y el poder divino que usted iba a necesitar para representar a Jesús en el mundo y así cosechar alabanza y gloria para Dios.

Tal vez al mirarse a sí mismo se pregunte por qué Dios escogería a alguien como usted para revelar la grandeza divina. Teniendo en cuenta todos los errores que ha cometido y todas las debilidades que ve en usted mismo, ¿por qué iba Dios a pensar que usted puede ser como Él?

Yo le voy a contestar esa pregunta. Dios lo conoció a usted aun antes de que pecara. Dios lo conoció cuando usted era admirable. Dios lo conoció antes de que su vida se enredara. Dios lo conoció antes de que el diablo pusiera las manos en su vida. Dios lo conoció cuando usted no era más que una imagen dentro de Él, y esa imagen era una copia del mismo Dios.

Dios nunca cambió su plan

Si tiene alguna duda, nada más lea el libro de Génesis. Allí nos dice que en el principio Adán y Eva fueron hechos a la imagen misma de Dios (Génesis 1:26). Ver a Adán y a Eva era ver la representación en carne y hueso del mismo Dios. Eso es exactamente lo que Dios quería para todos sus hijos.

Pero luego el diablo se metió y echó a perder todo. Y las cosas permanecieron así durante 4000 años. Pero durante todo ese tiempo Dios estaba llevando a cabo su plan.

¿Cuál plan?

Su plan de tener otra vez hijos e hijas en el mundo. Hijos e hijas nacidos a su imagen. Hijos e hijas que fueran manifestaciones en carne y hueso del mismo Dios.

Esa era y sigue siendo la idea original de Dios.

Cuando Jesús vino al mundo retomó la obra donde el primer Adán la había dejado, y vivió una vida que fue un reflejo perfecto de su Padre. Dijo lo que había oído decir a su Padre e hizo lo que vio hacer a su Padre. Y lo hizo de una manera tan perfecta que al final de su ministerio terrenal Jesús pudo decir con autoridad: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9).

Luego, después de pagar nuestra redención y nuestra liberación del pecado con su propia sangre, Él envió al Espíritu Santo para darnos el poder con su propia vida y dijo: «Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Juan 20:21).

¿Se da cuenta de lo que esto significa? Significa que Dios ya nos dio el poder para dar a conocer a Jesús por medio de nuestra vida. Así como Él pudo decir: «si me han visto a mí, han visto al Padre», nosotros deberíamos tener el poder para decir: «si me han visto a mí, han visto a Jesús».

Conéctese al poder

¿Es eso realmente posible? Sí, porque mediante el nuevo nacimiento se nos ha impartido la misma naturaleza y carácter de Dios (2 Pedro 1:4). Nuestros espíritus han sido creados de nuevo a la imagen divina y hemos heredado todas las fuerzas espirituales presentes en Él. Tenemos su amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). Tenemos su sabiduría. Tenemos a la disposición de nuestra mente la misma unción que había en Él cuando estuvo en el mundo. (1 Corintios 2:16).

No tenemos que pedirle a Dios esas cosas, ya las tenemos en nosotros. Lo único que tenemos que hacer es cultivarlas y desarrollarlas. Y mientras eso hagamos, vamos a manifestar en nuestra vida el carácter y el poder de Jesús.

Si solo tuviéramos la vida de Jesús operando en nosotros para nuestro bien, eso sería suficiente para estar eternamente agradecidos. Pero por increíble que nos parezca, no es lo único que se nos dio. Dios también nos capacitó con otro elemento poderoso. Nos dio el poder de satisfacer las necesidades de otras personas como lo hizo Jesús. Ese es el poder que recibimos al ser bautizados en el Espíritu Santo.

Este gran poder sobrenatural nos capacita para obrar en un nivel superior al que nos permiten nuestras capacidades personales. Cuando tenemos que ejercer nuestro ministerio para provecho de alguien y ampliamos nuestra fe y nuestra sabiduría hasta donde puedan llegar, la capacitación divina se hace cargo de todo lo demás y lleva a cabo el resto del trabajo. No solo nos conecta con la vida y la naturaleza divinas, sino también nos conecta con el propio ministerio de Jesús. El resultado es que podemos hacer por los demás lo que el propio Jesús hubiera hecho.

«Pero hermano Copeland —dirá usted—, no soy un ministro a tiempo completo. No soy más que un simple creyente. No tengo esa clase de poder disponible para mí».

1 Corintios 12 dice que usted sí tiene ese poder:

Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por es Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere (versículos 7-11).

Dios lo creó a usted —sí, usted— para que ande en los dones del Espíritu. Esos dones son una parte del ministerio de Jesús que usted, como discípulo de Él, fue predestinado a llevar a cabo. Estas manifestaciones del Espíritu Santo son reales, son prácticas; y hay gran necesidad de ellas en el mundo en estos días.

Se impide una catástrofe

Créame, yo sé bien lo vitales que pueden ser los dones del Espíritu. Yo he sido beneficiario de esos dones, y por experiencia puedo decirle que su vida y la vida de otros pueden estar en las manos de esos dones.

En los primeros años de mi ministerio, fui a predicar a Shawnee, Oklahoma, en una iglesia pastoreada por una pareja maravillosa cuyos nombres eran Roy y Opal Sprague. Ellos habían estado en un campamento unos años antes in Hot Springs, Arkansas, del cual nació la iglesia Asamblea de Dios, y en verdad que ellos sí sabían de dones espirituales.

Mientras estuve allí, todos los días Roy oraba por mí y mi familia. El pastor Roy me decía: "hermano Kenneth, mientras usted está aquí quiero que tenga completa libertad para que su mente se ocupe solo de la predicación. Así que yo voy a orar a favor de usted por todos sus asuntos personales y ministeriales".

Una mañana, mientras me vestía para ir a uno de los servicios, Roy me llamó. «¿Compró usted un compresor de aire y un equipo aspersor de pintura antes de salir de su casa?», me preguntó.

«Sí, ¿por qué?, Roy —le contesté—. ¿Por qué me lo pregunta?»

«Su calentador de agua de gas está en la cochera —dijo—, y esta mañana cuando estaba yo orando vi que Gloria cogió el equipo de aspersión y empezó a usarlo. Después vi una explosión en la cochera».

De inmediato llamé a Gloria para contarle lo que el pastor Sprague había dicho. Y sí, efectivamente, ella había planeado pintar con el rociador en la cochera. El Espíritu Santo había hablado con ella y le había aconsejado que no lo hiciera; y el conocimiento que Roy Sprague había recibido sirvió de confirmación para ella.

Gloria al Señor. ¡Esa fue una manifestación del ministerio de Jesús! Fue el Espíritu Santo que actuó por medio de un creyente para provecho del Cuerpo de Cristo. Como Roy Sprague y Gloria Copeland creyeron con firmeza en los dones del Espíritu, ¡se evitó una catástrofe!

Aprendizaje de inglés con métodos divinos

Francamente, estoy convencido de que apenas hemos rasguñado la superficie de los enormes poderes que Dios quiere para nosotros a través de estos maravillosos dones supernaturales. Él está deseoso de hacer para nosotros cosas como la que yo sé que hizo por un hombre a finales de los años setenta. Yo nunca conocí a ese hombre pero sí hablé con varios ministros a quienes respeto, y esos ministros sí estuvieron con él en un Congreso de Empresarios del Evangelio Completo.

Me contaron que este hombre había sido parte de una comunidad de creyentes en Europa que había estado obrando en las manifestaciones del Espíritu durante varios cientos de años. Estos creyentes tenían una fe muy desarrollada en las manifestaciones del Espíritu. Cuando oyeron acerca del movimiento de la palabra de fe que se estaba dando en los Estados Unidos, quisieron saber más acerca de ese movimiento. Entonces se reunieron y empezaron a orar.

En algún momento, el Señor les habló diciéndoles que fueran a los Estados Unidos para aprender acerca de este movimiento. Solo había un problema. Ninguno de ellos hablaba inglés. Así pues, pusieron sus manos en su apóstol y simplemente creyeron que él iba a recibir la capacidad para comunicarse en la lengua inglesa.

Así fue. Este hombre llegó a Estados Unidos y predicó, escribió y habló en inglés. Nadie le enseñó cómo hacerlo. ¡Fue un milagro de Dios! Yo hablé con un ministro muy conocido que lo oyó predicar, y le pregunté que cómo le fue.

«Lo hizo muy, muy bien —me contestó—. A veces tenía que parar y orar en lenguas durante un rato, pero luego se recuperaba y seguía predicando como si nada».

¡No discuta, obedezca!

Otro hombre de Dios que desarrolló su fe para obrar con poder en los dones del Espíritu Santo fue John G. Lake. Una vez que viajaba en tren por Europa, el tren se detuvo en una estación en Italia. Mientras estaba ahí sentado, mirando hacia afuera por la ventana, vio unos hombres que conversaban en la plataforma.

El Espíritu de Dios le habló y le dijo: «Ve a testificarles a esos hombres. Quiero salvarlos». Ahora bien, el hermano Lake no era de esa clase de hombres que se ponen a discutir con el Señor. No era de los que dicen: «Señor, ¿no tienes a otro que puedas enviar en vez de este insignificante flacucho que soy yo?»

No. Con decisión tomó su Biblia, salió del tren, se acercó a esos hombres y empezó a hablarles en lenguas. Ellos entendieron cada palabra que el hermano Lake dijo y los tres nacieron de nuevo y fueron bautizados en el Espíritu Santo ahí mismo.

«Por Dios, ¡no puedo ni siquiera imaginar cómo lo hizo!», alguien podría decir.

Le diré cómo lo hizo. Lo hizo liberando las tres fuerzas espirituales que nos dice la Biblia son vitales para aquellos que quieren andar en los dones del Espíritu: la fe, la esperanza y el amor (1 Corintios 13:13).

John G. Lake amaba al Señor y amaba lo suficiente a esos hombres como para acercarse a ellos por fe y así obedecer la orden que Dios le dio. Tuvo confianza para obrar según la esperanza bíblica, o sea, la ferviente esperanza de que Dios haría por medio de él exactamente lo que Jesús había dicho que haría. Tenía una imagen divina en su interior, una imagen de sí mismo haciendo las obras que Jesús realizó y aun mayores. Y actuó con decisión con la esperanza de hacer realidad esa imagen. Es más, no dejó que el miedo lo paralizara.

El miedo echa a perder las cosas de Dios. Si nos dejamos, el miedo nos impedirá que nos movamos en los dones del Espíritu. Por eso, cada vez que el miedo muestre su fea cabezota, párese con firmeza y domínelo. Usted no puede darse el lujo de someterse a ese miedo y decir: «es que así soy yo».

¿Por qué? ¡Porque su destino divino está a la espera! ¡El Señor Jesús está a la espera! ¡El mundo está a la espera de que el ministerio de Jesús se manifieste por medio de usted!

Así que no permita que nada lo detenga. Precisamente, en medio de todas las exigencias de la vida, levántese con fe, con esperanza y con amor, y empiece a hacer lo que Dios predestinó que hiciera.

Tome su Biblia y desarrolle esa imagen divina que hay dentro de usted. Véase a sí mismo ejerciendo su propio ministerio en el poder del Espíritu Santo. Véase haciendo las mismas obras que Jesús hizo, las obras que Él mismo dijo que usted estaba destinado a hacer. Luego deje que el propio amor de Dios le dé el impulso para marchar en la fe y hacer lo que el Espíritu le indique. Hágalo por amor, hágalo por fe y hágalo con esperanza, con la certeza de que Dios cumplirá su Palabra.

Anímese a cumplir su destino y el mundo verá a Jesús por medio de usted.

Publicar un comentario

0Comentarios

Publicar un comentario (0)