Debes de aprender conforme a La Palabra de Dios a educarlos y llevarlos por los caminos correctos.
Primero la instrucción. Algo más que podemos agregar es el entrenamiento. Dice que entrenarlo en cómo hacer lo que le has pedido lo va a ayudar a hacerlo bien. Hay que establecer límites, no es amenazar, sino ayudarles a entender las consecuencias de sus acciones. Muchas cosas se arreglan hablando. Hasta ayer en la noche, creí que estaba muy contenta en lo que estaba haciendo con mis hijos, y los invité a cenar. Ahí me di cuenta de que lo que yo pensaba estaba mal. Lo que yo pienso acerca de mis hijos es una versión, y lo que ellos piensan y desean de mí es otra. Y uno de ellos me decía: -No es así, nosotros los hijos de los pastores tenemos más tentaciones-. -No lo creo -le dije- yo no lo recibo-. Y me lo volvió a repetir. -No -le dije-.
Yo he estado consciente de que ellos van a ser instruidos cierto tiempo, pero llegará el momento en que tengan que escoger. Creo que les hemos podido dar paz, palabra de consuelo, los hemos ayudado, atendido, he dejado de trabajar. Hay un dicho del pastor que dice: “Yo voy a trabajar, pero ustedes tienen a su mamá, para eso trabajo”. Y es cierto, yo les dedico tiempo y estoy consciente de que ellos han tenido sus tentaciones. Vieran todo lo que me contaron.
Posiblemente, tú no eres un pastor reconocido, evangelista o líder, pero tus hijos van a pasar por lo mismo que los míos, porque somos humanos. Hay pasiones en la carne que uno tiene que sujetarlas al espíritu. En ningún momento ellos vinieron a recibir al Señor conmigo. Yo estaba angustiada y dije: “Dios mío, ¿y mis hijos?”. Ahí comprendí que yo los había dedicado al Señor. A veces como que se me olvida, pero El me los vuelve a pedir.
Si tú has estado angustiado, atribulado, apenado porque tú ya después de 20 ó 30 años tuviste la oportunidad de buscar a Dios y no sabes qué puede pasar con tus hijos, recuerda que más que ser tus hijos, son criaturas de Dios. Si El ha tenido misericordia contigo, la tendrá con ellos. Como vuelvo a decir, más que ser tus hijos, son hijos de Dios y El está más interesado en trabajar con ellos. Ten la tranquilidad que Dios va a proveer amigos cercanos que los van a invitar a una iglesia, que les van a dar Palabra, consuelo. El Espíritu Santo es el que se va a encargar de redargüirlos donde estén, porque el amor de Dios es muy grande.
Yo le decía: “Señor, si tú nos has prometido tantas cosas, ¿por qué tengo que pasar esa pena de que a mis hijos tengo que reforzarlos, orar por ellos?”. El me decía: “Yo morí en la cruz del calvario por todos, yo no morí en 1987, cuando Cashito nació; o en 1966, cuando tú naciste, sino hace mucho tiempo por todos. Por ti, por tu mamá, por tu abuelita”. Yo dije: “Gracias, Señor”. La promesa es que ellos van a ser salvos. En este momento, me estoy angustiando, pero su salvación, esa promesa, esa herencia ha estado desde hace mucho tiempo atrás.
Si tienes un hijo de un año, puedes poner en práctica todo lo que nos ha enseñado la Palabra de Dios, creer que él será salvo. Si tienes uno de 40, cree que también lo será.
Dios me mostró la Palabra donde dice: “No hay otro amor que este, dar la vida por los amigos”. El Señor lo que quiere es que nosotros ganemos a la gente para Cristo Jesús, pero hay un requisito, que sea por nuestro comportamiento, por nuestra forma de ser, por nuestra conducta. ¿Tú quieres ganar a más personas para Cristo, compartirles el amor que tú tienes, la paz que tú tienes? Pues te cuento que esos hijos son los primeros, y es por tu conducta que lo lograrás. ¿Cómo será tu conducta de aquí en adelante? ¿Vas a estar dispuesto a criarlos como Dios quiere? ¿A comprenderlos? Si tú dices: “No le he dedicado mis hijos al Señor, hoy es la oportunidad”.
Quiero contarles que aprendí lo que era entregar completamente los hijos al Señor cuando tuve una experiencia muy fuerte con Ana Gabriela. Ella estuvo con fiebre, convulsionó. Yo estuve poniéndole pañitos con agua, y en eso estiró la pierna y se le trabaron los ojos. Me hubieran visto, ahí me descompuse. Gritaba: “¡Ana Gabriela, no te me muras, eres un regalo de Dios!” Una angustia espantosa, yo me fui corriendo al teléfono a llamar a la vecina, vi una tina con agua y decidí meterla. Mientras seguía llorando. En eso, el Señor me dijo: “¿Y no que es mía? Yo te la di, yo te la puedo quitar”. Yo reaccioné y dije: “Sí, Señor, es tuya, te la podes llevar”. Yo creí que se me estaba muriendo. En ese momento, Ana Gabriela se suavizó, me habló, me dijo: “Mami”. Yo seguí llorando y dándole gracias a Dios por ella. Ahí me di cuenta que uno debe de dejar todos los temores a un lado y saber que si Dios nos dio los hijos, El se los puede llevar.
El pastor Cash ha contado los casos de Cashito, con la infección intestinal que casi se nos muere, y con Juan Diego, ante el temor que tuviera leucemia. Hemos tenido una batalla con cada uno de nuestros hijos. Son un regalo de Dios y estoy consciente que si El me los dio, me los puede quitar. Ya no son tanto mis hijos, sino de Dios; al que le tiene que dar cuentas es a El.
Si quieres entregar hoy a tus hijos al Señor, ve delante de Él. Dale gracias a Dios por ese privilegio de poder tenerlos.